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Después de las elecciones presidenciales: Los retos a los que se enfrenta Colombia

La holgada victoria de Juan Manuel Santos, exministro de defensa de la administración saliente del Presidente Álvaro Uribe, en las elecciones presidenciales de Colombia, refleja el sentimiento de muchos colombianos de que su país ha logrado grandes avances en los últimos ocho años. No obstante, a pesar de su trascendencia, este éxito no es total y todavía existen importantes retos.

Colombia ha experimentado un progreso especialmente importante en la lucha contra los grupos ilegales armados, como el grupo guerrillero izquierdista, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Fortalecido por las ayudas estadounidenses del Plan Colombia y la Iniciativa Antidrogas Andina, el ejército colombiano ha mejorado mucho su capacidad y su movilidad. Las reformas policiales han experimentado éxitos importantes. El número de integrantes de las FARC se ha reducido a la mitad, siendo en la actualidad unos nueve mil, y su capacidad para funcionar se ha debilitado bastante al verse alejados de los puntos estratégicos. En los últimos ocho años, el gobierno de Colombia también ha desmovilizado a los paramilitares derechistas, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), autores de algunas de las más cruentas masacres acontecidas en Colombia. Los índices de secuestros y asesinatos han disminuido de un modo considerable.

No obstante, todavía quedan puntos débiles fundamentales en la seguridad. En gran parte del territorio teóricamente desprovisto de grupos ilegales armados, la presencia del gobierno sigue siendo esporádica e irregular. A menudo esos grupos armados ilegales reinan a poca distancia de las carreteras oficiales y los agentes del gobierno sólo pueden entrar en los municipios con su permiso. A pesar de la última redada del gobierno para liberar a cuatro rehenes de importancia que las FARC tenían retenidos desde hacía mucho tiempo, las campañas militares contra la guerrilla en el último año se han estancado. Las FARC siguen controlando zonas de difícil acceso, como Narino, y han incrementado sus ataques en carreteras y ciudades. A pesar de que la escala de sus operaciones se ha reducido en comparación con los años críticos de finales de los noventa y de que la zona controlada por las FARC también es mucho más pequeña, el ritmo operativo de los ataques ha aumentado y la inseguridad resultante es suficiente para paralizar la vida cotidiana.

A pesar de la desmovilización formal de las AUC, han emergido nuevos grupos paramilitares, llamados por el gobierno colombiano bandas criminales, que según algunas fuentes podrían llegar a tener hasta diez mil miembros. Se dedican al tráfico de drogas y ponen en peligro la seguridad pública tal como lo hacían los antiguos paramilitares. En algunas zonas se oponen a las FARC, en otras se alían a ellas. Estos grupos armados también han penetrado en las estructuras políticas de Colombia tanto a nivel local como nacional, distorsionando los procesos democráticos, la responsabilidad y el progreso socioeconómico en detrimento de los más necesitados. Una vez más se han aumentado los conflictos territoriales. Persisten los desplazamientos internos de población hacia las explotaciones de carbón, oro, petróleo y esmeraldas y los cultivos africanos de aceite de palma, lo cual pone en peligro la paz en muchos lugares. Muchos de los paramilitares antiguamente desmovilizados se han unido a estos nuevos grupos. Algunas ciudades como Medellín y Bogotá, consideradas modelos de mejora en la seguridad pública a imitar en todo el mundo, han vuelto a experimentar un repentino aumento de los asesinatos y los secuestros, lo cual refleja la reactivación de las bandas criminales, muchas de ellas salidas de los grupos paramilitares y traficantes de drogas que gobernaron esas ciudades antes de la desmovilización.

Todavía existen deficiencias críticas en la esfera socioeconómica. Colombia es un país de profundas desigualdades, en el que casi la mitad de la población vive en la pobreza y que tiene uno de los índices de desempleo más altos de América Latina. A pesar de que el Plan Nacional de Consolidación del Gobierno de Colombia reconoce la importancia de satisfacer las necesidades socioeconómicas de las comunidades controladas antiguamente por fuerzas armadas ilegales, la presencia del estado entre la población civil en muchas zonas sigue siendo limitada y muchos programas socioeconómicos sólo existen en teoría, pero no en la práctica. Lo mismo sucede en muchas de las diecisiete “zonas estratégicas” en las que el Gobierno de Colombia centra sus esfuerzos de un modo especial, como Macarena y Montes de María. Las campañas de desarrollo rural siguen siendo limitadas y sólo llegan a una parte de la población rural, que incluye únicamente a una pequeña proporción de los agricultores que cultivan coca.

Además, las campañas de desarrollo rural se ven dificultadas por las problemáticas disposiciones políticas y económicas del país. Por ejemplo, los poderosos grupos de presión se oponen a la reforma agrícola, y la clase rural pobre a menudo dispone únicamente de un acceso limitado a la tierra y a los créditos. El régimen fiscal en Colombia grava la tierra muy suavemente, mientras que la mano de obra, especialmente en la clase media, está gravada en exceso, de modo que aumenta la especulación y un crecimiento económico que no genera muchos puestos de trabajo.

El nuevo gobierno colombiano debería reconocer que aunque la perseverancia en las campañas de seguridad pública, incluyendo la lucha contra los nuevos grupos paramilitares o bandas criminales, es crítica, debe ir acompañada de unos intentos mucho más sólidos por satisfacer las necesidades socioeconómicas de las amplias poblaciones marginalizadas y por combatir la pobreza y la desigualdad política y económica. Sin embargo, esas campañas sólo serán eficaces de verdad si se crean los medios para enfrentarse a las disposiciones políticas y económicas básicas y a los poderosos grupos de presión de la élite y si se llevan a cabo las reformas estructurales que ha evitado Colombia a lo largo de toda su historia.