Juan Manuel Santos (50.9%) derrotó al uribista Óscar Iván Zuluaga (45%) por más de 900.000 votos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del pasado 15 de junio. Santos, que en 2010 había sido elegido con el voto de la derecha, ahora fue reelecto por una combinación de varios factores: 1) su capacidad de atraer el voto urbano de izquierda (sobre todo el de Bogotá), apelando al antiuribismo de ese sector; 2) el apoyo de las maquinarias políticas, en especial las del Partido Liberal, en zonas como la Costa Atlántica, y 3) haber estructurado de cara al balotaje una “coalición negativa” en contra de Zuluaga (y de su mentor Uribe) que le permitió revertir los resultados adversos de la primera vuelta en la que obtuvo el segundo lugar.
Además de cerrar las heridas abiertas durante una de las campañas más sucias, intensas y polarizadas de las últimas décadas, y de reconciliar rápidamente al país, avizoro cuatro retos estratégicos para el santismo durante el periodo 2014-2018.
1. Culminar rápida y exitosamente las negociaciones de paz
Estas elecciones fueron, en gran medida, un referéndum sobre el proceso de paz, cuya negociación viene llevándose a cabo en la Habana. La paz fue el tema central tanto durante la primera como en la segunda vuelta y, sin lugar a dudas, lo seguirá siendo durante gran parte del próximo cuatrienio.
¿Qué desafíos enfrenta Santos en este tema? Primero, imprimir mayor velocidad a las negociaciones, pues aún falta por acordar dos de los cinco puntos de la agenda (justicia y reparación de las víctimas, y el desarme); ambos de alta complejidad y sensibilidad. Segundo, sumar a la legitimidad política (obtenida con su reelección) la legitimidad social, alineando al país detrás del proceso de paz. Tercero, diseñar una estrategia efectiva tanto de cara al referéndum (al cual habrá que someter los acuerdos de paz negociados) como en relación con la aprobación de la legislación secundaria necesaria para viabilizar dichos acuerdos.
Pero no la va a tener fácil. El uribismo le hará una oposición férrea. Por su parte, 45% de los votos obtenidos por Zuluaga (con el apoyo del uribismo y los conservadores alineados con Marta Lucia Ramírez) y el elevado abstencionismo (superior a 50% en ambas vueltas), demuestran que una parte muy importante de la sociedad colombiana o bien no comparte o es indiferente respecto de la manera en que el gobierno está llevando a cabo las negociaciones con las FARC en Cuba.
Si Santos no logra despejar rápidamente estos temores e indiferencia, podría descubrir que la aprobación e implementación de los acuerdos de paz en Colombia van a resultar más difíciles y complejas que la negociación en la Habana.
2. Alto crecimiento económico y política social activa
Colombia es de los pocos países latinoamericanos cuya economía va a crecer en 2014 más que en 2013 (4.5-5% proyectado) y más del doble del promedio regional pronosticado para este año. Sin embargo, la buena salud de la economía (que transita por el mejor momento de su historia) no alcanza para disimular los serios retos que tiene por delante, sobre todo llevar a cabo las reformas estructurales que el propio Santos anunció en 2010 para impulsar las cinco locomotoras de la economía: educación, salud, vivienda, campo e infraestructuras, y que sólo en parte se pusieron en marcha durante su primer mandato. Santos deberá, asimismo, mejorar la coordinación y ejecución de sus políticas, profundizar el contenido social de las mismas (para reducir la pobreza y la desigualdad, crear empleo y disminuir el déficit de vivienda), enfatizar la descentralización y oxigenar su gabinete. Todas estas medidas, unidas al cumplimiento de sus promesas de campaña, y las relacionadas con el proceso de paz, exigen una reforma tributaria capaz de generar los recursos fiscales adicionales (alrededor de 2% del PIB) necesarios para financiar sus programas de gobierno, en especial el post conflicto y el agro.
3. Prohibir la reelección y reducir el abstencionismo
Durante la pasada campaña electoral, Santos prometió que, si ganaba, aboliría la reelección presidencial inmediata que fue introducida por el ex presidente Uribe en 2004 con el objetivo (logrado) de tener un segundo mandato. La semana pasada Santos reiteró su propuesta, expresando que deseaba combinarla con una extensión del periodo presidencial (sin dar mayores precisiones sobre este último punto) y aclarando que dicha extensión no le beneficiaria en lo personal. De concretarse, esta reforma iría en contra de la tendencia predominante en la región, la cual es claramente favorable a la reelección consecutiva o bien a la indefinida.
Una segunda reforma que Santos debería considerar es pasar del voto facultativo al obligatorio, con el objetivo de reducir el tradicional y elevado abstencionismo electoral que caracteriza a Colombia (el más elevado de toda América Latina). Cabe recordar que en ambas vueltas de las pasadas elecciones, el abstencionismo fue superior a 50%.
4. Mantener una política exterior pragmática
Durante el próximo cuatrienio, Santos continuará su activa participación en la Alianza del Pacifico y buscará concretar el ingreso de Colombia a la OCDE. En el plano regional, mantendrá una relación pragmática con sus vecinos, especialmente con Venezuela. La evolución de la crisis venezolana tendrá efectos directos sobre Colombia en el ámbito del comercio bilateral y en materia de seguridad fronteriza. La política exterior también será un ámbito respecto del cual la oposición uribista exigirá al santismo una diplomacia más firme y crítica hacia el gobierno de Maduro, sobre todo en materia de derechos humanos y democracia.
Mi opinión
Santos emerge de las elecciones legislativas de marzo y de las presidenciales de mayo y junio con la reelección asegurada pero con un capital político mermado. En marzo, su apoyo legislativo disminuyó (el cual era cercano a 80% durante su primer periodo) como consecuencia del surgimiento de una importante y cohesionada bancada uribista (de unos 20 senadores y 18 diputados) que, sin bien no podrá imponer vetos ni mayorías en ninguna de las dos Cámaras, posee poder de fuego para hacerle una oposición firme y ruidosa.
Tras dos semanas de los comicios de la segunda vuelta queda claro que las coaliciones electorales que se formaron de cara al balotaje no se transformarán en coaliciones políticas permanentes.
El nuevo mapa político coloca a Santos al frente de una coalición heterogénea y poco cohesionada (y muy dependiente del apoyo del Partido Liberal); atrapado en una tenaza formada por una doble oposición: a la derecha, el uribismo; en el otro extremo, la izquierda y los independientes quienes, si bien le prestaron sus votos para ayudarlo en su reelección, a partir de ahora no le darán su apoyo parlamentario de forma gratuita.
Ante este panorama, Santos debe reconstruir un nuevo escenario de gobernabilidad que le permita hacer frente a los retos que le deja su reelección, y comenzar a proporcionar resultados rápidos. Al igual que un equilibrista (como bien ha dicho la revista Semana), Santos deberá gobernar bajo las demandas de los amigos, los reclamos de la oposición y las expectativas de la ciudadanía.
Este artículo fue publicado inicialmente por La Nación.
Commentary
Op-edLos Retos de Santos
June 29, 2014