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Commentary

Op-ed

Perspectivas económicas para América Latina en el 2009: No es momento para el optimismo

Arturo Galindo and
AG
Arturo Galindo
Mauricio Cárdenas
Mauricio Cárdenas
Mauricio Cárdenas Antiguo experto de Brookings

January 22, 2009

El pasado noviembre el Fondo Monetario Internacional revisó sus perspectivas económicas para el 2009. En el caso de las seis economías más importantes de América Latina, los pronósticos de crecimiento disminuyeron del 4% al 3%. Dos meses más tarde, estas previsiones parecen demasiado optimistas. De hecho, los datos publicados durante las primeras semanas del año indican una desaceleración mucho más fuerte de lo esperado en la producción industrial durante los últimos meses del 2008. Esto mismo ocurre con la confianza de los consumidores. En efecto, en comparación con el año anterior, la producción industrial cayó un 15,1% en Argentina, un 6,2% en Brasil, un 5,7% en Chile (todos los datos anteriores son de noviembre) y un 2,7% en México (en octubre). El deterioro de la confianza de los consumidores ha tenido lugar con especial rapidez. En estos países, desde mediados del 2008 la imagen de cara a los consumidores ha empeorado entre un 15% y un 20%.

En vista de todo esto, la mayor parte de los analistas han seguido revisando las perspectivas a la baja. La última predicción general de crecimiento del PNB para la región durante este año es de un 1,4%, bajando un 3,6% desde el septiembre pasado. Los pronósticos concretos para cada país indican un crecimiento de cero a negativo en México, Argentina y Venezuela. El resto de países de gran tamaño crecerán a ritmos más cercanos al 2% (Brasil, Colombia y Chile). Perú seguirá superando al conjunto de la región con una tasa de crecimiento cercana al 4,5%, aunque sigue siendo baja en comparación con el 9% del 2008.

Por supuesto, estos pronósticos dependen de múltiples factores. Los más importantes son el crecimiento económico en EE.UU. (que es el socio comercial más importante de la mayoría de estos países, en especial de México, América Central y la zona de los Andes), los precios mundiales de las materias primas (al menos el 50% de las exportaciones en los países de gran tamaño de América Latina son de materias primas) y, lo que es más importante, los movimientos de capital desde el extranjero.

Lo que resulta sorprendente es que, a pesar de la fuerte recesión en EE.UU. (la contracción económica en EE.UU. está entre el 1% y el 2%), y de la disminución en los precios de las materias primas (casi un 50% desde mediados del 2008), las economías latinoamericanas sean capaces de seguir creciendo. El crecimiento en América Latina provendrá de fuentes internas, en particular del consumo y las inversiones. La clave es que un cambio importante en la dirección de los flujos de capital podría modificar de una forma drástica el panorama económico. En el caso de que se den grandes salidas de capital, será casi imposible que el consumo y las inversiones se mantengan en los niveles actuales.

La buena noticia es que la perspectiva financiera para los países latinoamericanos en el 2009 no parece especialmente desalentadora. Mientras que en septiembre del 2008 los márgenes del EMBI Latino aumentaron hasta niveles que rondaban los 600 puntos básicos sobre los bonos del tesoro de Estados Unidos, desde entonces han caído y se han estabilizado cerca de los 400 puntos básicos. Al mismo tiempo, las tasas de los bonos del tesoro en EE.UU. han caído, lo cual implica asimismo que los costes de financiación para las economías latinoamericanas no han aumentado de un modo significativo.

Aunque parece que la situación en los mercados es más difícil, y la liquidez escasa, varios países han sido capaces de emitir deuda internacional durante las últimas semanas a costes de financiación relativamente bajos. En diciembre, México vendió 2 billones de bonos a diez años con una rentabilidad del 5,98% (390 puntos básicos superior al tesoro comparable de EE.UU.), y en enero Brasil y Colombia emitieron bonos a diez años por valor a un billón de dólares al 6,13% (370 puntos básicos por encima del tesoro de EE.UU.) y 7,5% (503 puntos básicos por encima del tesoro de EE.UU.), respectivamente. También se dice que Chile y Perú desean entrar en los mercados en un futuro cercano.

Este panorama indica que los mercados de capitales podrían seguir abiertos a estas economías favorables al mercado. Hasta ahora, la gran demanda de bonos de EE.UU. ha mantenido sus rentabilidades en puntos relativamente bajos. Esto ha permitido que los costes de financiación de los países latinoamericanos fueran también relativamente reducidos, a pesar de una mayor valoración del riesgo.

Sin embargo, existen múltiples variables que podrían alterar estas perspectivas a lo largo del año. Una fuente de preocupación importante que podría afectar al rendimiento financiero de la región está relacionada con los cambios en las cuentas corrientes de las economías asiáticas, en especial de China. Una disminución en las cuentas corrientes de Asia podría afectar a la demanda de bonos y, como consecuencia, a su rentabilidad. Además, la rentabilidad de los bonos también podría aumentar cuando el gobierno de EE.UU. entre en el mercado para financiar su plan de rescate de casi un trillón de dólares. La Oficina de Presupuesto del Congreso de EE.UU. estima que la deuda pública podría aumentar del 41% al 54% del PNB. El riesgo de que la deuda pueda aumentar puede conllevar finalmente unas mayores tasas de interés en EE.UU. y por consiguiente, teniendo en cuenta las perspectivas del riesgo, una subida en los costes de financiación para América Latina y otras regiones emergentes.

Cabe preguntarse si, en combinación con las propias vulnerabilidades de la región, los acontecimientos en EE.UU. podrían llevar a un paro más significativo de los flujos de capital. Es posible que eso ya esté empezando a suceder. Mientras que la mayor parte de las cifras de los movimientos de capital tienen intervalos de producción a largo plazo, varios indicadores como las reservas internacionales y los índices de cambio nominales ya sugieren una nueva salida neta de capital en la región. No obstante, la cuestión principal es si las cosas van a empeorar.

Las pruebas indican que los paros repentinos en los flujos de capital dependen fundamentalmente del déficit que tenga la cuenta corriente y de la cantidad de reservas extranjeras, entre otros factores. Las reservas internacionales, a pesar de su reciente disminución, también son bastante superiores a las de finales de los noventa. Es probable que las cuentas corrientes estén en negativo a causa de la caída de las exportaciones. Sin embargo, los déficits serán bastante inferiores a los observados antes de la crisis de 1998. En esos casos, una reducción en los movimientos financieros conllevará un reajuste nacional, pero no necesariamente una contracción económica importante.

No obstante, los riesgos constituyen un inconveniente. Aunque en este punto no parece probable un paro repentino de los movimientos de capital, la región debería estar relativamente preparada para soportar los daños colaterales de los grandes préstamos por parte del tesoro de EE.UU. y de una reducción de los ahorros en todo el mundo. Seguramente las políticas fiscales de EE.UU. no acabarán con la demanda pública en ese país, pero podrían perjudicar seriamente al crecimiento de América Latina.