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América Latina: Es momento de hacer reformas, no de ser autocomplacientes

Mauricio Cárdenas
Mauricio Cárdenas
Mauricio Cárdenas Antiguo experto de Brookings

October 19, 2009

Desde que se dezató la crisis financiera, América Latina se ha enfrentado tanto a retos como a oportunidades. La región ha lidiado muy bien con los retos, pero todavía tiene que aprovechar la crisis como una oportunidad para realizar reformas importantes que resolverán problemas que vienen desde antes.

Es evidente que las condiciones económicas en la región ya están mostrando indicios de mejora. La producción industrial, la construcción de viviendas y los niveles de confianza de consumidores y empresas van en aumento en relación con lo que ocurrió en los dos primeros trimestres del 2009. Exceptuando a México, es probable que este año la contracción económica en la región sea leve. En algunos países, como Colombia y Perú, la posibilidad de alcanzar un crecimiento económico positivo para el 2009 sigue siendo factible.

¿Por qué le está yendo mejor a América Latina que al mundo desarrollado? En gran parte este mayor rendimiento es resultado de unas buenas políticas, y no de la buena suerte. Lo extraordinario de esta crisis es la ampliación del “espacio político” en América Latina, lo cual significa que los gobiernos se han visto en la necesidad de adoptar medidas que contribuyan a mitigar los efectos de la crisis y, curiosamente, han tenido a su disposición más opciones políticas que en el pasado reciente.

Existen dos fuerzas que impulsan ese mayor espacio político. En primer lugar, los países han tenido más capacidades políticas. Con unos menores niveles iniciales de deuda pública, reservas internacionales elevadas y tasas de inflación de una única cifra, los tomadores de decisiones han podido conseguir un aumento en los gastos gubernamentales y una reducción en los tipos de interés. La adopción de políticas fiscales y monetarias anticíclicas fue posible porque las condiciones macroeconómicas iniciales eran favorables. Durante la crisis de finales de los años noventa, en cambio, las expansiones fiscales y monetarias habrían tenido como consecuencia una crisis de la balanza de pagos, importantes depreciaciones de las monedas, y una contracción económica incluso más dura.

No obstante, la situación actual no es sólo resultado de unas mejores condiciones iniciales. Existe una fuerza incluso más poderosa que está ayudando a América Latina a responder de un modo eficaz, y se trata de la “tolerancia política”. Esto se refiere a la capacidad de adoptar medidas que eran consideradas “inaceptables” hace unos años, lo cual incrementado el grado de libertad a la hora de diseñar políticas. Por decirlo de un modo sencillo, algunas de las intervenciones políticas que vemos hoy en día, en áreas como la política impositiva y financiera, previamente habrían ocasionado conflictos con el FMI y con los bancos de desarrollo multilaterales.

Comprender el origen de esa mayor tolerancia política es un ejercicio especulativo, pero el hecho de que la crisis se originara en Estados Unidos y otras economías industriales es un elemento fundamental. El rol del G-20 de dirigir la respuesta, lo cual refleja el mayor peso político y económico de países como Brasil y China, también ha influido. Además, para no tener que ponerse a la defensiva por falta de supervisión previa, el FMI adoptó un enfoque proactivo que ha sido esencial para ampliar la variedad de políticas e intervenciones que actualmente se consideran aceptables.

La pregunta que naturalmente nos podríamos plantear es: ¿Qué hacen los gobiernos latinoamericanos con esa mayor tolerancia política? Yo diría que existen dos áreas políticas en las que el factor de la tolerancia es crítico: las políticas financieras/crediticias y las industriales. Déjenme ilustrarlo con algunos ejemplos.

En Brasil, el gobierno está reduciendo los impuestos de los bienes de consumo duraderos, como los automóviles o los electrodomésticos. También utilizó su banco de desarrollo (llamado BNDS) para desembolsar casi 50 billones de dólares en nuevos préstamos para el sector privado desde enero a agosto del 2009, lo cual supone un 59% más que en el 2008. El BNDS, que ha concedido más préstamos este año que el Banco Mundial, ha sido un mecanismo eficaz para que los niveles de crédito se mantuvieran altos, tanto a través de los préstamos directos como de la provisión de garantías. Mientras tanto, el gobierno colombiano aprobó una subvención para el interés pagado sobre las hipotecas. A aquellos individuos con unos ingresos por debajo de la media nacional, el gobierno les paga hasta un tercio de las tasas de interés. En Chile, al proporcionar una garantía de hasta el 70%, el gobierno está refinanciando 1 billón de dólares en deuda del sector privado. Al principio esta medida estaba enfocada hacia los préstamos bancarios de las PYMEs, pero más tarde se amplió para cubrir a firmas más grandes y algunas instituciones financieras. En toda la región los gobiernos han concedido más dinero a proyectos de infraestructuras y programas de transferencias de efectivo condicionales, dirigidos a los pobres.

La lección que debemos extraer es que el espacio político se está utilizando de formas que sólo ahora podemos empezar a comprender.

¿Qué significa esto para el futuro de América Latina? Aunque podríamos estar inmersos en una recuperación económica mundial, las condiciones económicas en América Latina y el Caribe pueden seguir siendo débiles por los siguientes motivos: En primer lugar, no parece que vaya a cambiar la situación de la disminución de las exportaciones desde América Latina, en especial de los productos que no son materias primas. En segundo lugar, el desempleo en el mundo desarrollado seguirá aumentando durante cierto tiempo, lo cual reducirá las remesas de dinero. En tercer lugar, las expansiones fiscales están generando déficits fiscales elevados que serán cada vez más difíciles de financiar. Muchos países se verán obligados a frenar sus gastos, subir los impuestos, o ambas cosas. Esto sucederá antes de que la economía mundial se haya recuperado por completo.

Las tasas de desempleo en América Latina ya han empezado a aumentar (como media en dos puntos porcentuales por país) y seguirán haciéndolo en los próximos meses. Esto invertirá la tendencia decreciente de los índices de pobreza y debilitará la demanda nacional, que hasta ahora ha sido la fuerza fundamental que ha compensado el derrumbe de las exportaciones y las inversiones privadas.

El problema es que pocos países están prestando atención a los problemas relacionados a la lenta generación de empleos formales. Desafortunadamente, una mayor tolerancia política también significa una mayor tolerancia hacia el statu quo en lo que se refiere a impuestos sobre las remuneraciones y en otros aspectos de la legislación laboral y de la seguridad social.

Lo que necesita América Latina son más reformas y menos autocomplacencia. Es cierto que a América Latina le está yendo mejor que a otras regiones. Pero también es cierto que, en el pasado, las crisis eran grandes catalizadores para las reformas. Ése no es el caso en la actualidad. La región debería aprovechar este momento para lidiar con los viejos problemas de forma innovadora. La región debería aprovechar ese mayor espacio político y empezar a solucionar los retos que presentan la baja productividad y el incremento de la informalidad.