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La inversión china en América Latina continúa creciendo

A pesar de los cambios cíclicos y estructurales que está experimentando la economía china, sus relaciones comerciales y de inversión con América Latina siguen siendo robustas (ver Figura 1). En 2017 la economía china sorprendió al colocarse como una fuente de demanda de bienes latinoamericanos más significativa de lo que se esperaba, aunque como fuente de capital resultó menos significativa para la región que lo proyectado. Por primera vez desde 2010 el crecimiento del PIB chino se aceleró modestamente en 2017 y alcanzó una tasa de 6,9 por ciento anual. El consumo fue el principal responsable de este crecimiento, lo que demuestra un sano reacomodamiento de la economía china que la aleja de un modelo basado en la inversión y en las exportaciones.

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No obstante, las exportaciones y la inversión también contribuyeron al crecimiento. El comercio mundial repuntó inesperadamente en 2017, y China registró aumentos de dos dígitos tanto en sus importaciones como en sus exportaciones. La demanda china de importaciones, particularmente de combustibles, metales y alimentos, generó aumentos en los precios de dichos productos básicos, aunque no a los niveles extraordinarios registrados antes de 2014. A pesar de que la inversión se está desacelerando naturalmente a raíz de los altos niveles de capacidad ociosa industrial e inmobiliaria, el gobierno chino ha logrado mantener una tasa adecuada de crecimiento de la inversión por medio de gastos en infraestructura a nivel local. Este gasto local se tradujo en un aumento de más del 20 por ciento en la participación de la infraestructura en la inversión total, lo que representa un porcentaje incluso mayor que el registrado durante el gran estímulo posterior a la crisis financiera internacional.

En este marco generalmente optimista preocupa el hecho de que la relación de la deuda-PIB continúe aumentando a un ritmo insostenible. En su informe “Evaluación de la Estabilidad del Sector Financiero”, publicado en noviembre de 2017, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que el nivel de endeudamiento de la economía china muestra una tendencia lineal ascendente que en unos pocos años lo llevará por encima del 300 por ciento del PIB. El crecimiento de la deuda empresarial y el marcado aumento del endeudamiento de los gobiernos locales se presentan como especialmente preocupantes. Si bien los gobiernos locales toman créditos para financiar inversiones en infraestructura, se ha puesto muy en duda la capacidad que tienen algunos de ellos para amortizar las deudas contraídas. La recomendación del FMI a China es que aumente las reservas de capital de todos los bancos (grandes y pequeños), contenga el crecimiento del crédito para estabilizar el nivel de endeudamiento y fortalezca la independencia y la capacidad de los entes regulatorios.

Si bien la señal de alarma está encendida, China presenta ciertos factores que mitigan el riesgo de una crisis financiera y le dan margen al gobierno para hacer frente a problemas emergentes, siempre y cuando la dirigencia logre reunir la suficiente voluntad política. Entre estos factores se encuentra una alta tasa de ahorro interno que hace que país no dependa de entradas de capital, un sistema bancario estatal que en su mayoría presta a entidades del Estado, controles de capital efectivos, así como un stock de reservas internacionales que, aunque se redujo de 4.000 millones a 3.000 millones de dólares, sigue siendo sumamente considerable.

Hasta 2016 China fue una fuente de capital que aumentaba en importancia en la economía mundial. Se basaba en dos instrumentos principales: por un lado la inversión directa extranjera (IDE); por el otro los préstamos de infraestructura concedidos por los dos grandes bancos de políticas públicas del país, el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Importación y Exportación de China. En esta etapa de su desarrollo resulta natural que este país asiático se transforme en proveedor de capital. Su tasa de ahorro, extraordinariamente alta, está comenzando a bajar lentamente. La tasa de inversión también está descendiendo debido a una disminución de la rentabilidad y a una menor cantidad de oportunidades de inversión interna. El superávit de la cuenta corriente del país (es decir, la diferencia entre el ahorro y la inversión), que asciende a unos 200.000 millones de dólares, ha sido bastante estable en los últimos años. China prefiere mantener a niveles relativamente constantes su tipo de cambio ponderado en función del comercio y su stock de reservas, lo que exige una salida de capital de aproximadamente 200.000 millones de dólares para equiparar el superávit de la cuenta corriente.

En el transcurso de 2015 las salidas de capital de China superaron esos niveles. Muchas empresas estatales y privadas comenzaron a invertir en el exterior. El gobierno incentivó a los bancos de políticas públicas a que realizasen préstamos en el extranjero para proyectos de infraestructura. A medida que las grandes salidas de capital ejercieron una presión monetaria descendente y las reservas comenzaron a disminuir con rapidez se suscitó la expectativa de una depreciación de la moneda que estimuló salidas de capital aún mayores. El gobierno evitó una depreciación significativa mediante la utilización de reservas para estabilizar el mercado y el endurecimiento de los controles de capital con el objeto de manejar las salidas netas. En 2016 implementó normativas que desalentaban la inversión en actividades como clubes de fútbol, casinos e inmuebles de alta gama. Por otro lado, incentivó la inversión directa extranjera en energía, metales, alimentos y fabricación de artículos de alta tecnología. En cuanto a la IDE china, en general se observa que después de años de aumento continuo registró una disminución de cerca de un tercio en 2016 en comparación con 2015. Si bien América Latina es fuerte en algunos de los sectores de recursos favorecidos por China, la región recibió menos inversiones directas chinas de lo previsto.

Los préstamos chinos al exterior para obras de infraestructura se han mantenido bien, aunque no alcanzaron los niveles sugeridos por algunas exageraciones mediáticas. China mantiene en secreto los préstamos concedidos por sus bancos de políticas públicas: no revela quiénes son los países prestatarios, para qué proyectos se brinda el crédito, ni las condiciones de otorgamiento. AidData ha recabado datos relativos a los préstamos chinos en el exterior hasta 2014 basándose en informes de los medios y en un seguimiento de los ministerios y embajadas de China, así como en los sistemas de declaración de información de los países prestatarios. Entre 2012 y 2014 concedió alrededor de 40.000 millones de dólares anuales en créditos de infraestructura a países en vías de desarrollo, en su mayoría para obras de transporte y generación de energía. China denominó al programa “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, es decir, la restauración de la Ruta de la Seda que la conectaba por tierra con Europa, además de una “ruta marítima” que parte desde China, sigue por el sur de Asia y continúa a Europa.

A pesar del nombre otorgado, no hay un patrón geográfico discernible que se aplique a los préstamos chinos. África ha recibido más financiamiento que los países asiáticos en desarrollo. América Latina también ha sido un importante beneficiario de créditos, particularmente Argentina, Ecuador y Venezuela. En todas las regiones se han registrado proyectos ampliamente publicitados que nunca vieron la luz del día. En Latinoamérica el Canal de Nicaragua ha estado inactivo en los últimos años; tampoco ha avanzado el ferrocarril que, desde Brasil, atravesaría la región amazónica y los Andes hasta llegar al océano Pacifico. No obstante, la financiación general que los bancos chinos han conferido a gobiernos y entidades paraestatales de Latinoamérica sigue siendo considerable.

Una de las características de la financiación internacional otorgada por China es que no guarda relación con medidas de riesgo, como índices de derechos de propiedad, estado de derecho o estabilidad política. No obstante, la financiación china no está dirigiéndose deliberadamente a las deficiencias en la gobernabilidad, sino que es indiferente a ella. En consecuencia, no sorprende que algunos de los clientes más grandes de China estén teniendo problemas de sustentabilidad de la deuda. A nivel internacional los 20 prestatarios más importantes de China registraron un importante aumento en la relación deuda externa-PIB durante la última década, mientras que el resto de los países en desarrollo sufrió muy pocos cambios. En América Latina Venezuela representa el caso más evidente en el que gracias al financiamiento chino el gobierno ha podido amasar un nivel de endeudamiento insostenible.

En términos generales China sigue siendo un socio cada vez más importante para América Latina y para el resto del mundo emergente. Si bien parte del ansia causada por el financiamiento chino no guardaba relación con las realidades económicas, es probable que las inversiones de dicho país asiático (tanto las directas, en recursos, como las relativas a préstamos para infraestructura) cobren cada vez más importancia para la región.