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Una agenda para los nuevos tiempos de América Latina

El fin de la “década dorada” (2003-2013) que vive América Latina, en especial Sudamérica, está cambiando el estado de ánimo y no necesariamente para mejor. Ello es consecuencia de las importantes modificaciones del contexto económico y político global, así como de la situación interna de los países. En pocos años, la región pasó de la euforia al optimismo moderado e incluso cauto de nuestros días. También se aprecia la actitud de urgencia de acometer reformas economicas, sociales y políticas para encarar los nuevos desafíos.

El liderazgo político latinoamericano debe responder a este cambio de ciclo implementando una ambiciosa agenda de reformas dirigidas a recuperar el crecimiento económico, asegurar la sostenibilidad de las conquistas sociales,  garantizar la seguridad ciudadana, y mejorar la calidad de la democracia, todo ello en un contexto económico, social y político complejo.

Esta constituye una de las principales conclusiones a la que se llegó en el III Foro Internacional de Santo Domingo, que se celebró en República Dominicana entre el 28 y 30 de enero. Titulado La hora de las reformas: ¿Qué debe hacer América Latina para convertirse en una región más democrática, próspera, equitativa y segura? esta conferencia internacional fue organizada por IDEA Internacional, el centro de estudios dominicano FUNGLODE y la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

Los seis ex presidentes de la región y los 70 expertos de todo el continente y de Europa que participaron en este foro coincidieron en señalar que América Latina está viviendo un momento de transición: el fin de una década de prosperidad marcada por un robusto crecimiento económico e importantes avances sociales, y el nacimiento de un nuevo ciclo, que se caracteriza por un crecimiento más débil y la caída en los precios de los productos básicos. Si bien en grados distintos, la mayoría de los países tendrá que transitar de un modelo basado en altos precios de las materias primas y bajos costos de financiación, a uno inverso. Para algunos países, en cambio, la reconfiguración de la economía global arroja buenas noticias. De consolidarse la recuperación de Estados Unidos, promete dar alivio a las economías de América Central, el Caribe y México.

Este nuevo estado de ánimo es el síntoma que acompaña la brusca desaceleración económica que vive la región, un fin de ciclo que, en palabras de la OCDE, “no es coyuntural, sino que ha venido para quedarse”. En efecto, las perspectivas de crecimiento económico (sin soslayar el alto grado de heterogeneidad que existe entre los países) se han deteriorado considerablemente, sobre todo en América del Sur. Este será un año muy difícil para tres de las cinco mayores economías latinoamericanas: Venezuela, Argentina y Brasil. El FMI corrigió recientemente a la baja la proyección del crecimiento promedio para América Latina durante el 2015, situándolo en sólo 1,3%.

La agenda de Santo Domingo

De las deliberaciones del III Foro Internacional surge una agenda reformista de alcance regional, orientada a mejorar la calidad de la democracia, diversificar la matriz productiva, blindar y profundizar los avances sociales alcanzados, y dar una respuesta efectiva al grave problema de la inseguridad ciudadana.

Mejorar la calidad de la democracia. La prioridad pasa por fortalecer las instituciones y la participación ciudadana para que estas constituyan la base de una democracia de mejor calidad y mayor densidad. Para ello es necesario contar con: (i) partidos y parlamentos modernos y legítimos, con capacidad para representar y encauzar las demandas sociales, complementados con mecanismos de participación ciudadana; (ii) elecciones con integridad; (iii) un poder judicial independiente y con recursos adecuados para asegurar la plena vigencia del estado de derecho y la seguridad jurídica, e (iv) instituciones y mecanismos de control que impidan el ejercicio abusivo del poder, garanticen que ambas legitimidades, la de origen y la de ejercicio, estén sometidas a la ley, y aseguren niveles apropiados de transparencia y rendición de cuentas.

Diversificar la matriz productiva. Es urgente que la región recupere el crecimiento económico. América Latina no puede seguir dependiendo solo de la exportación de materias primas. Debe, por el contrario, diversificar su estructura productiva, generando un entramado de industrias y cadenas productivas con mayor valor agregado y, en particular, con mayores contenidos de innovación.

Para ello es prioritario mejorar sustancialmente los niveles de competitividad y productividad, nuestro gran talón de Aquiles, mediante el aumento de la inversión y el ahorro, apostando fuertemente por la innovación y una educación de calidad, además de optimizar la infraestructura. Desde los años 90, la región sólo ha aumentado su productividad en 1,6%, mientras que los países asiáticos en desarrollo la elevaron cerca de 30%.

Blindar y profundizar los avances sociales. Durante la pasada década, las tasas de pobreza e indigencia de la región disminuyeron de manera importante, sacando a 60 millones de personas de la pobreza. El bono demográfico y las políticas de transferencias condicionadas fueron cruciales, pero la clave fue el alto crecimiento del PIB. Pero en los últimos años, según datos de la CEPAL, el descenso se ha atenuado e incluso la pobreza extrema repuntó ligeramente.

La prioridad pasa por crear empleos de calidad, reducir el elevado empleo informal, que asciende a 47% a nivel regional, junto con un aumento de los salarios reales. Además, es imprescindible contar con un Estado estratégico, dotado de una burocracia profesional y moderna, y que cuente con suficientes recursos fiscales para asegurar un gasto social eficiente y servicios públicos de calidad. Hoy la recaudación tributaria apenas bordea en promedio 20% del PIB, muy por debajo de los países de la OCDE.

Garantizar la seguridad ciudadana. América Latina es la región, en paz, más violenta del mundo. Si bien existen diferencias, ningún país es ajeno a esta realidad. Las encuestas de opinión pública muestran que la delincuencia e inseguridad son uno de los mayores problemas para los ciudadanos. Su carácter multidimensional demanda una estrategia igualmente múltiple, que combine prevención con represión, medidas socioeconómicas con fortalecimiento institucional de la policía, el sistema penal y el modelo carcelario. Y todo ello debe estar complementado con una efectiva cooperación internacional, en especial en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Mi opinión

América Latina está viviendo un momento de transición. Como todo proceso de cambio, viene acompañado de riesgos y retos pero también de oportunidades, algunos de ellos que son heredados del modelo anterior y otros que surgen con la nueva época que está por llegar.

La coyuntura es propicia para que América Latina ponga en marcha, con urgencia, una agenda de reformas estructurales dirigidas a modernizar su modelo de desarrollo y adecuarse estratégicamente a este nuevo contexto global. En efecto, sólo mejorando la productividad y la competitividad, la educación y la innovación, la infraestructura, pero también la calidad de sus instituciones, la región podrá alcanzar un crecimiento económico inclusivo, equitativo y ecológicamente sostenible capaz de dar respuesta efectiva a las demandas y expectativas de una ciudadanía cada vez más consciente y exigente de su democracia, de sus derechos y de la calidad de sus servicios públicos.

La actual ralentización económica y la puesta en marcha de una agenda de reformas estructurales (incluidas las políticas de ajuste que veremos en algunos países) seguramente afectarán ciertos intereses, abonando el terreno para que durante los próximos años ciertos países padezcan un eventual incremento del malestar social y una gobernabilidad más compleja. Hay que evitar una agudización de los desequilibrios regionales sobre todo en materia de desigualdad e inseguridad ciudadana.

Resumiendo, el liderazgo político de la región deberá procurar la recuperación del crecimiento económico, la reducción de la pobreza, de la desigualdad y de la inseguridad ciudadana, la consolidación y el crecimiento de las conquistas sociales, el mantenimiento de la estabilidad política y el fortalecimiento de la institucionalidad y de la gobernabilidad democrática.

No hay más excusas ni tiempo que perder. Por desgracia, la gran mayoría de los países de la región no aprovechó lo suficiente la época de bonanza para impulsar el cambio estructural que América Latina necesitaba y sigue necesitando. Los riesgos y desafíos propios del cambio de ciclo que vivimos no pueden llegar a ser un freno para las transformaciones, de lo contrario la región pagará un alto precio. Hoy más que nunca, el destino de América Latina está en nuestras manos.

Este artículo fue publicado inicialmente por
IDEA Internacional
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