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Commentary

Impactos de la geopolítica mundial en los próximos ciclos electorales latinoamericanos

NOAA's GOES-13 and GOES-15 satellite image from March 31, 2014 and released on April 1, 2014 shows the low pressure systems in the eastern Pacific Ocean, over the United States' Heartland, and in the eastern Atlantic Ocean. All three lows have the signature comma shape that make them appear to be curled up dragons.
Editor's note:

El 29 de septiembre Brookings Institution e International IDEA organizaron conjuntamente un taller de un día de duración que reunió a especialistas de alto nivel de embajadas de países de América Latina, del gobierno estadounidense, del sector académico y de la sociedad civil a fin de examinar las tendencias actuales de la democracia latinoamericana. Los moderadores de cada una de las sesiones han elaborado blogs en los que destacan los principales puntos de consenso y los desafíos constantes relativos a los temas de sus respectivas sesiones. El blog de Ted Piccone puede consultarse aquí  y el de Daniel Zovatto aquí.

Entre 2017 y 2019 se registrará en América Latina un  superciclo electoral extraordinario,  ya que se celebrarán elecciones presidenciales en 14 de los 18 países. Esta realidad se suscita en un momento en el que la  democracia se halla sometida a presiones en la región: el retorno del populismo y de la polarización política, la red regional de corrupción política puesta de relieve por el escándalo del caso Odebrecht en Brasil, los intentos de determinados dirigentes de perpetuarse en el poder anticonstitucionalmente, así como un desencanto generalizado con la calidad de las instituciones democráticas

Es indudable que, en cada una de las democracias latinoamericanas que la sienten, la infelicidad tiene sus propias características. No obstante, este ciclo electoral regional se desarrolla en el contexto de un orden internacional que decididamente ha adoptado una actitud menos amistosa para con la democracia en general y presenta modalidades que resultan preocupantes para Latinoamérica en particular, como la abdicación de EE.UU. de su papel de líder mundial, el ascenso de China, y los cambios radicales en el ecosistema de información global que hacen más fácil que nunca que los actores estatales y no estatales elaboren propaganda a escala y se dirijan a los votantes para manipular deliberadamente las elecciones.

DESINTERÉS ESTADOUNIDENSE EN LA DEMOCRACIA EN EL EXTERIOR

El gobierno de Trump ha dejado en claro que en este momento no ve mucha necesidad en continuar el tradicional liderazgo democrático bipartidista de EE.UU. en el mundo, instaurado posteriormente a la Guerra Fría. El mismo presidente ha establecido lazos de amistad con dirigentes autoritarios  como Xi Jinping, de China, además de colmar de elogios a populistas como Rodrigo Duterte de Filipinas, aun cuando este último propugna las ejecuciones extrajudiciales de los usuarios de drogas. Sus críticas al México democrático y su línea dura para con los inmigrantes han tenido una fría recepción en América Latina. Aunque el gobierno de Trump alega su apoyo a la democracia, como en el caso de la situación de autoritarismo en Venezuela, sus mensajes resultan ambiguos.  Si bien Nicky Hayley ha encabezado el ataque diplomático en contra de Venezuela en las Naciones Unidas, el presidente ha amenazado con recurrir a la fuerza militar lo cual, como cabía de esperar, fue categóricamente rechazado por el resto del hemisferio.

Es cierto que en el transcurso de los tiempos el apoyo estadounidense a los sistemas democráticos no ha sido sistemático, aunque desde el fin de la Guerra Fría Estados Unidos y Latinoamérica han estrechado cada vez más sus lazos a fin de respaldar la democracia: inclusive acordaron adoptar medidas colectivas para defenderla mediante la Carta Democrática Interamericana de 2001. En la actualidad es difícil imaginar que un dirigente latinoamericano que decidiera perpetuarse en el poder anticonstitucionalmente se vería disuadido por la posibilidad de una imposición de sanciones a nivel regional liderada por Estados Unidos, o por otros costos.

EL FACTOR DE LA INVERSIÓN CHINA

El gobierno de Trump ha abdicado la función de liderazgo mundial, lo cual deja claramente a la vista la importante incidencia de China en la dirección del orden internacional a futuro. Las iniciativas chinas en materia de políticas de gran alcance, tales como la del Cinturón y la Ruta de la Seda y la del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura confirman sus planes de desplegar sus avanzadas capacidades para financiar y organizar infraestructuras a nivel mundial que contribuyan al fortalecimiento de su influencia internacional.

Eso no es necesariamente malo para las democracias latinoamericanas. En aquellos lugares en donde exista el estado de derecho y una rendición de cuentas social y política los proyectos financiados por China pueden resultar provechosos. No obstante, cuando China toma decisiones en materia de inversión las condiciones políticas locales le resultan indiferentes. Es así que en países con dirigentes que poseen tendencias autoritarias, como Bolivia y Venezuela, las inversiones y los préstamos chinos suelen fortalecer el poder presidencial y facilitar sus intentos por perpetuarse en el cargo. Asimismo, la indiferencia china robustece el sentimiento de los dirigentes con propensiones autoritarias de que las conductas antidemocráticas tienen un bajo costo en la esfera internacional, dado que a Estados Unidos ya no le importan y China nunca se preocupó por ellas.

LA INFORMACIÓN COMO ARMA

Si bien la disminución de la preeminencia de la democracia en la agenda internacional debería ser motivo de preocupación, es doblemente inquietante cuando en la actualidad resulta aparente que los instrumentos asociados con la revolución mundial de la información pueden convertirse en armas dirigidas en contra de la misma democracia. Las recientes elecciones en EE.UU., el voto a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea y las tentativas de injerencia en los procesos electorales franceses y alemanes demuestran que estados como Rusia pueden utilizar los medios sociales y el ecosistema informativo en general para generar cambios en la opinión publica de modo deliberado y práctico, lo cual podría afectar los resultados electorales.

La psicología cognitiva nos enseña que la gente tiende a creer en aquella información que se condice con sus convicciones preexistentes, sin importar lo improbable que sea. Este fenómeno se denomina “sesgo confirmatorio”. Además, tiende a creer en la información que ve en forma reiterada y en diversas fuentes. Los medios sociales, que aúnan a la gente en grupos autoseleccionados de usuarios con pareceres similares a efectos de ganar dinero con ellos mediante una mercadotecnia focalizada, son perfectos para difundir desinformación. Los países como Rusia, que son hostiles al orden internacional liberal basado en normas, cuentan con una enorme experiencia técnica en la realización de campañas de desinformación y hoy en día tienen acceso a una plataforma absolutamente más eficaz que los medios tradicionales.

Básicamente la revolución del ecosistema mundial de información ha hecho que la propaganda política vuelva a ser poco costosa. Hay quienes señalan que las próximas elecciones mexicanas constituyen un blanco especialmente atractivo para Rusia. Otros han indicado el papel desempeñado por Venezuela, que ya es  experta en la difusión de noticias falsas mediante los medios sociales en el ámbito interno,  al contribuir con una campaña de información encabezada por Rusia con el propósito de afectar el referendo separatista en Cataluña. Es así que la utilización de esas capacidades en las elecciones latinoamericanas se halla en el terreno de lo posible. Además, no resulta costoso. El costo para la operación de la Agencia de Investigación de Internet, liderada por Rusia,  que supuestamente ha tenido una función de importancia en las campañas de desinformación en Estados Unidos, aparentemente asciende a cerca de 400.000 dólares por mes. La convicción tradicional de que la buena información es la mejor forma de combatir la mala información queda relegada cuando la producción de mala información resulta económica y genera recompensas políticas.

¿Logrará américa latina superar la prueba?

En su conjunto, el aumento de la influencia de China en el mundo, la reducción del liderazgo estadounidense y la utilización de los medios sociales como armas políticas implican que las elecciones se celebran en condiciones internacionales particularmente desfavorables. Los procesos electorales podrían transformarse en campos de batalla para las “noticias falsas”, lo cual socava aún más el papel de los debates políticos fundamentados. Los gobiernos con tendencias autoritarias o populistas se enfrentan a pocos costos externos para procurar sus políticas preferidas; asimismo, la revolución mundial de la información les ofrece nuevos instrumentos para manipular la opinión pública y los resultados electorales.

No obstante, en América Latina se han suscitado tres episodios recientes que generan esperanzas en cuanto a la resiliencia de la democracia durante el próximo superciclo electoral.

  1. El Grupo de Lima, en cuyo seno once países latinoamericanos y Canadá apoyan a la democracia venezolana, ofrece evidencias de que muchos de los estados más importantes del hemisferio están dispuestos a trabajar en forma conjunta para defender la democracia. Aunque a la fecha el avance ha sido lento, no debemos descontar las iniciativas de las democracias con pareceres afines para ejercer una influencia significativa en los resultados regionales. En la década de 1980, por ejemplo, en el marco del Grupo Contadora, ciertos estados latinoamericanos clave lograron efectuar aportes significativos a la paz en América Central ante la indiferencia de Estados Unidos y su ocasional hostilidad para con los esfuerzos realizados.
  2. Tras las elecciones de 2016 en Argentina el gobierno del presidente Macri logró renegociar los peores aspectos de los convenios celebrados por su predecesora con China. China sigue siendo un importante socio comercial para la Argentina, aunque en condiciones más equitativas. Esta situación destaca la diferencia que marcan las elecciones libres y justas, aún ante el auge de China y la caída del liderazgo estadounidense.
  3. Esperamos que los latinoamericanos sean menos susceptibles a las noticias falsas. Desde hace tiempo los medios noticiosos de la región son sumamente partidistas. Los votantes están familiarizados con los intentos regionales, poco exitosos, de injerir en la opinión pública, como es el caso de la línea editorial bolivariana de Telesur. En consecuencia, es posible que muchos consumidores de medios latinoamericanos estén más habituados a las noticias falsas y sean más escépticos que sus homólogos estadounidenses respecto de la información difundida por los medios sociales. Esta realidad puede dificultar la realización de campañas de desinformación.

Cada uno de estos ejemplos destaca mecanismos al alcance de los latinoamericanos para ayudarse a dar apoyo a la democracia, incluso ante un entorno internacional desfavorable. Dadas las tendencias globales, los latinoamericanos hacen bien en recurrir en primer lugar sus propias capacidades (individuales, nacionales y regionales) en vez de dejar la protección de la democracia en manos del resto del mundo.

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